sábado, 12 de julio de 2008

¡Que se Llene mi Casa!

¡QUÉ SE LLENE MI CASA!
Lucas 14: 15 - 24


Esta semana, estudiaremos la parábola denominada la Gran Cena, que fuera dicha por El Maestro en una comida del día de descanso. Durante ese día festivo, varias cosas importantes hemos aprendido. Primero, sobre uno de los principales deleites del descanso: la ayuda al prójimo.1 Luego la virtud que tiene saber amarse a sí mismo.2 A continuación enseñó sobre la recompensa de dar sin esperar recibir.3 Y, esta semana, veremos la importancia de ser como el desierto para poder recibir la Vida Eterna.

EL BANQUETE DESPRECIADO

Lucas 14: 15Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo:
— ¡Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios!
16Entonces Jesús le dijo: «Un hombre hizo una gran cena y convidó a muchos. 17A la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: “Venid, que ya todo está preparado”. 18Pero todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: “He comprado una hacienda y necesito ir a verla. Te ruego que me excuses”. 19Otro dijo: “He comprado cinco yuntas de bueyes y voy a probarlos. Te ruego que me excuses”. 20Y otro dijo: “Acabo de casarme y por tanto no puedo ir”. 21El siervo regresó e hizo saber estas cosas a su señor. Entonces, enojado el padre de familia, dijo a su siervo: “Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, a los mancos, a los cojos y a los ciegos”. 22Dijo el siervo: “Señor, se ha hecho como mandaste y aún hay lugar”. 23Dijo el señor al siervo: “Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar para que se llene mi casa, 24pues os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados gustará mi cena”». 4

Comer es vital para vivir en este mundo. En ésta parábola, la cena no es otra cosa que la Dádiva de la Palabra Divina. Ya que “… el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo. 5 Ahora bien, para poder disfrutar de ese banquete es necesario tener hambre. Los que se excusan, son aquellos que están colmados y creen no necesitar nada. Esto puede también ejemplificarse con un rey que visita una ciudad cuyos habitantes son prósperos comerciantes y nadie sale a recibirlo, porque piensan, que puede requerir de ellos más impuestos. En cambio en otra ciudad, cuyos habitantes son muy pobres, porque la tragedia ha golpeado por su región, todos salen a recibirlo esperanzados en la ayuda que podrían recibir de él.

SACIEDAD EN DESIERTO

El tercer Libro de Moisés conocido como Levítico termina así: 27: 34Estos son los mandamientos que ordenó YHWH a Moisés para los hijos de Israel en el monte Sinaí. El libro de Números, que es el cuarto de Moisés, comienza así: 1:1Habló YHWH a Moisés en el desierto de Sinaí, en el Tabernáculo de reunión, el primer día del segundo mes, el año segundo de su salida de la tierra de Egipto, y le dijo:…

Como termina uno y comienza el otro es para enseñarnos que la actitud del que recibe la Palabra debe ser como un desierto: urgido de agua. Ninguna nación en la tierra estaba tan apremiada de esa Palabra como el pueblo de Israel. No tenían otra opción para vivir. Era imposible vivir de agricultura, artesanías, comercio o ganadería, pues estaban ¡En el desierto! Su vida dependía totalmente del Señor, como está escrito “…para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, sino de todo lo que sale de la boca de YHWH vivirá el hombre”.6 Al igual que los postreros invitados a la gran cena que relata Lucas, estaban anhelantes de lo que la Boca Divina pudiera darles. Aquí se nos revela una ley espiritual, para poder recibir los dones del Creador, se debe necesitarlos y desearlos como se desea de agua o la comida, en el desierto.

Dice el texto, que preceptos y palabras Divinas fueron dados en el Sinaí. Quiere decir que la Palabra Divina no está circunscrita a una ciudad, o propiedad individual. Allí el acceso es libre para que cada ser humano pueda obtener la voluntad Divina, la cual es ofrecida a los humildes. A los que se declaran carentes de lo más básico para estar dispuestos a recibir lo que el Cielo les ofrece. Esta es la característica de los que finalmente fueron convidados al banquete según Lucas.

Otra característica del desierto es su vaciedad. El intelecto de uno debe ser como el desierto, libre de elementos extraños, antes de que pensamientos de la Escritura puedan enraizarse en él.

UN MAPA PARA EL CAMINO

Sin una guía para el camino, este se puede tornar tortuoso y aún peligroso. Por eso para progresar en el camino espiritual, se debe buscar a los maestros y aprender de ellos. Aún aquel que pensamos que sabe menos que nosotros, puede darnos una gran lección. Pero el que no acepta consejo y guía de otros y que está convencido de su propia superioridad no aprenderá el camino estrecho que lleva a la Vida Eterna. Tampoco invertirá esfuerzo alguno para satisfacer los detallados requerimientos del discipulado.

En cambio, como lo enseñan las Escrituras mencionadas arriba, el Señor se complace con una persona humilde, porque tal persona constantemente revisa sus acciones a fin de corregir sus errores. Una persona vanidosa, sin embargo, no está abierta al aprendizaje, ni es autocrítica. Por consiguiente le será muy difícil, cuando sea necesario, volverse del mal camino.

DESENLACE

No hay mejor forma de ser saciado que tener hambre, pues el saciado menospreciará lo que le ofrecen, aunque sea el mismo Cielo quien se lo envíe. Por eso es necesario, para recibir la revelación de la Vida Eterna, volverse como un desierto; estar listo para sacrificar el confort por la Palabra. Solo se puede progresar en éste Camino si está dispuesto a sacrificios materiales. Una persona saciada está convencida de que Dios y sus semejantes están en deuda con ella por sus talentos, contribuciones o méritos. Si no está suficientemente recompensado con reconocimiento o dinero, sufre de descontento y frustración. Si una tragedia viene a una persona altiva, lo resiente grandemente. Una persona humilde, por el contrario puede vencer los problemas, inconvenientes y situaciones desagradables de la vida.

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